Cuando alguien pierde las ganas de vivir: Factores de riesgo y cómo podemos ayudar

El mes pasado fue el mes de la prevención de la conducta suicida, una realidad dura y desgarradora que nos afecta como sociedad, y de manera muy directa y difícil a las familias que llegan a afrontar esta circunstancia.

Los datos siguen siendo alarmantes, según la OMS se estima que cada año más de 700 000  personas se suicidan, y aún más alarmante es que por cada uno que consigue hacerlo hay otras 20 personas que lo han intentado.  Sin ir más lejos en España, en el último año 3952 personas fallecieron por suicidio.

Hoy vuelvo a recoger este tema, ya que a día de hoy sigue siendo un tema tabú; sin embargo, cuanto más se hable de él, ayudará a dar visibilidad a esta realidad y sobre todo a prevenirla, y así poner en marcha los mecanismos que sean necesarios para frenar su aumento. Y es importante recordar que todos podemos ayudar y comprometernos en su prevención.

Un dato muy importante a tener en cuenta y que no me cansaré de decirlo, es que las personas que llegan hacerlo, no quieren hacerlo; lo que hay detrás es un sufrimiento emocional muy intenso, que necesita ser acompañado y contenido. La persona ve en ese acto la posibilidad de dejar de sentir ese gran dolor emocional; por lo que es sumamente importante atender y acompañar a estas personas, porque hay otras formas para ayudarle a canalizar y afrontar todo ese dolor que portan.

Y esto lo veo en consulta, y muchas veces ha coincidido que la persona que acompaño en su proceso de terapia, vine arrastrando ya sea, un cuadro depresivo de larga trayectoria, o cuando ha venido por síntomas ansiosos-depresivos muy intensos, o cuando algo ha irrumpido en su vida de una forma abrupta o inesperada, como un duelo o una situación traumática.

En estos casos que menciono, me han llegado a poner sobre la mesa, ese deseo de dejar de vivir, porque las ganas de vivir se han marchado. Y aunque es un momento delicado donde hay que hacer una valoración de riesgo; observo que hay dolor y mucho sufrimiento detrás. Y paradójicamente el hablarlo da la posibilidad de abordarlo, de sostenerlo y ayudar en la gestión de todo ese dolor emocional y lo que está alrededor de él. Para así, poco a poco ir ayudando a la persona a reconectar con la vida y con las ganas de vivir.

Por otro lado, si bien es cierto, en mi práctica clínica me he encontrado con las ganas de dejar de vivir asociado a ciertos síntomas que son motivo de consulta inicial. Hay otras variables y factores de riesgo, que es importante tenerlas en cuenta para poder prevenir esta situación.

Factores de riesgo de la conducta suicida

Es importante entender que los factores de riesgos son complejos y que se influyen recíprocamente, por ello es necesaria siempre una mirada amplia; y muy importante comprenderlos para hacer una estrategia de prevención integral.

Algunos factores pueden ser más intrínsecos y/o relacionales, sin embargo, los factores sociales y económicos también están presentes.

  • Uno de los principales factores de riesgo es el padecer problemas de salud mental, tales como depresión, ansiedad, trastorno bipolar, esquizofrenia, trastornos de conducta o de personalidad.  Encontrándose una incidencia mucho más alta en casos de depresión grave, trastorno bipolar o esquizofrenia, y mucho más si éstas no han sido tratadas.
  • Asimismo, el abuso de sustancias es un factor de riesgo importante y más si va acompañado de otros problemas de salud mental.
  • Otro factor muy importante a tenerse en cuenta, es el historial de intentos previos, ya que hay un mayor riesgo durante el primer año después del intento, especialmente en los seis meses primeros meses.
  • Factores psicológicos y/o rasgos de personalidad, como la impulsividad, la desesperanza, tener de forma constante la sensación de fracaso personal, la baja tolerancia a la frustración, la dificultad para resolver problemas, las presiones autogeneradas y externas para buscar el perfeccionismo; también están presentes como factores de riesgo.
  • La presencia de enfermedades físicas, discapacidad, enfermedades crónicas y degenerativas.
  • Antecedentes familiares de suicidio, ya que el haber vivido de cerca el suicidio de un ser querido también eleva el riesgo, y más si se trata de nuestras figuras parentales y que este hecho se ha producido cuando hemos sido menores.
  • Los antecedentes de maltrato físico o abuso sexual, pueden constituir un factor de riesgo a tener en cuenta; ya que las personas que lo han sufrido a menudo experimentan mucha desconfianza en las relaciones interpersonales lo cual les puede dificultar el establecer vínculos cercanos; además suelen experimentar malestares recurrentes con sentimientos intensos de inadecuación e inferioridad.
  • Crisis vitales, como los conflictos interpersonales (en el hogar, lugares de trabajo o de estudio), las situaciones de pérdidas como la muerte de un ser querido, rupturas amorosas, problemas económicos; pueden desencadenar crisis emocionales intensas, fuertes sentimientos de desesperanza y depresión.
  • El aislamiento social, el no tener amigos, no tener vínculos significativos con quienes compartir y la falta de apoyo social o familiar aumentan el riesgo. Las personas que se sienten solas y desconectadas de los demás tienen mayor dificultad para lidiar con situaciones difíciles.
  • El nivel socioeconómico y una situación laboral precaria, son factores de riesgo. Tanto el desempleo de larga duración como un empleo inestable de forma constante tiene un impacto significativo en la psique de la persona.

Factores de protección de la conducta suicida

Al igual que hay factores que pueden incidir en que la conducta suicida se manifieste, también hay otros factores que pueden ayudar a reducir ese riesgo. Y dentro de los factores protectores encontraremos aquellos relacionados a la persona y otros relacionados a su contexto.

Entre estos factores podríamos destacar:

Factores protectores a nivel individual

  • Contar con una adecuada capacidad de resolución de conflictos y/o problemas será una herramienta útil ante  situaciones complejas o de desesperanza que puedan surgir a lo largo de la vida. Así como contar con habilidades sociales, buenas habilidades de comunicación y estrategias de afrontamiento ante las dificultades.
  • Que hayamos desarrollado una buena capacidad para regular nuestras propias emociones, el que podamos ser capaces de tener autocontrol cognitivo, emocional y sobre nuestra conducta potenciará nuestra capacidad afrontamiento, que se convertirá en un recurso saludable ante situaciones donde nos percibamos más vulnerables.
  • El contar y sentirse parte de una red de vínculos cercanos y de calidad será de gran importancia.
  • Nuestro sistema de valores personales también podrá constituir un factor protector, valores como la cooperación, la amistad, el respeto entre otros puede ser de gran ayuda.
  • Estudios también indican que contar con creencias y prácticas religiosas pueden tener un efecto protector, y este carácter protector estaría relacionado con el soporte social e integrador que ofrecen algunas comunidades religiosas.

Factores protectores relacionados al contexto

  • Relaciones familiares saludables, donde la persona pueda sentir pertenencia, donde haya sentimientos de cohesión entre los miembros de la familia. Donde exista un clima familiar caracterizado por sentimientos de confianza, de seguridad, y donde las interacciones entre sus miembros sean llevadas desde el respeto y flexibilidad.
  • Disponibilidad de acceso a servicios de salud y acceso a recursos de ayuda eficaces y especializados en esta problemática. Los estudios nos indican que las personas con intentos de suicidio consultan a su médico de atención primaria en el mes previo al intento principalmente por síntomas relacionados a la depresión, el abuso de drogas y por trastornos de adaptación.
  • Restricción al acceso a medios letales. Según estudios reducir la disponibilidad y uso de métodos de suicidio altamente letales se ha asociado con descensos en las tasas de suicidio de entre un 30 al 50%.
  • Asimismo, será de gran ayuda también que organismos estatales y locales sigan promoviendo y fomentando estrategias de concienciación social y de información sobre esta problemática.

Llegados a este punto… TE ESTARÁS PREGUNTANDO

¿Y yo cómo puedo Ayudar a una persona que me dice que ha perdido las ganas de vivir?

 

AQUÍ TE DOY ALGUNAS RECOMENDACIONES
1. Lo primero, escucha sin juzgar y muestra empatía, permítele que te pueda hablar de lo que le preocupa, de cómo se siente, de lo que piensa, etc.…. Recuerda que hablar sobre pensamientos y/o sentimientos relacionados con la pérdida de las ganas de vivir, no causa suicidio. Es importante que con tu presencia y tu escucha pueda sentirse en un espacio seguro.
2. Ofrécele apoyo emocional es importante, hazle saber que no está sol@, que puede contar contigo. Frases como “estoy aquí para ti” o “cuéntame cómo te sientes” o “en qué te podría ayudar” pueden ayudar a aliviar su carga emocional.
3. Anímale a buscar ayuda profesional especializada. Puedes ofrecer acompañarle o facilitarle el contacto de una especialista.
4. Puedes mantenerte en contacto con la persona, para favorecer la sensación de ésta de estar acompañad@.
5. Puedes brindarle información de recursos locales, líneas de apoyo (por ejemplo, la línea 024) y/o servicios de emergencias (la línea 112) por si necesitara ayuda inmediata.
6. Y si crees que la persona está en riesgo inminenteacompáñale y pide ayuda a los servicios de emergencia.

Enfrentar el tema del suicidio no es fácil, pero hablar de ello es el primer paso para salvar vidas. Si tú o alguien cercano está pasando por un momento difícil, recuerda que no estás solo. Busca ayuda profesional y apóyate en tus seres queridos.