En esta entrada os comparto algo más personal, un camino que emprendí tiempo atrás, que representó el cierre de un ciclo y la apertura de otra etapa en mi vida, de un viaje especial que emprendí con ilusión y confianza, que me ha traído muchas satisfacciones pero que también me ha planteado nuevos retos y que me permite un crecimiento constante en mi día a día.
Este viaje tuve la suerte de no hacerlo sola, lo recorrí acompañada, y en estas líneas intenté sintetizar todo ese proceso de transformación individual y grupal que tuvo lugar durante nuestro proceso de formación como terapeutas. A través de las palabras intento transmitir todos esos sentimientos, emociones, reflexiones y conocimientos que acompañaron a toda esta etapa.
Es así que os comparto, el discurso que di en la clausura del Máster en Terapia Familiar Sistémica para Profesionales de la Salud, en la Universidad Complutense de Madrid.
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Me complace poder dirigirme a vosotros en un día tan especial como este; hace 9 meses nos embarcamos en un viaje muy especial, del cual solo teníamos un billete en común, y en muchos casos desconocíamos nuestro punto de origen y el destino de esta aventura; así y todo nos sumergimos en esta experiencia vital, con ilusión, con alegría, esperanza, con mucha expectativa, y en ocasiones un alto nivel de exigencia. Durante este trayecto constituimos un grupo humano diverso y enriquecedor, de diferentes edades, viviendo distintos momentos vitales, con trayectorias profesionales diversas, largas o cortas, pero con la misma ilusión por aprender, compartir, debatir y hasta en ocasiones confrontar.
Podemos quizás decir también que ha sido un viaje desde lo lineal a lo circular, un trascender de un pensamiento causal, en ocasiones muy generalizado y arraigado en nosotros, a uno mucho más integrador e interrelacional; un cambio de enfoque y perspectiva en nuestras vidas, y no solo a nivel profesional; que confesamos no fue nada fácil y mucho menos al inicio.
El formular aquellas famosas “hipótesis sistémicas” sin sacar el dedo acusador hacia alguna persona o situación, ha sido un gran entrenamiento que poco a poco, y gracias a la ayuda de muchos, de los aquí presentes, hemos ido interiozando. Ese ver la realidad desde otras “gafas” –la sistémica-, y a la vez ser verdaderamente consciente que cada persona ve la realidad según las gafas que tenga (a veces heredadas, influencias por el contexto o personas significativas) y tenerlo tan presente en nuestra intervención ha sido “muy enriquecedor” para nuestra praxis profesional.
Nuestro viaje con sus dos vertientes, una más externa y otra más interior y personal se convirtió en una experiencia integradora. Desde su vertiente más exterior fuimos recorriendo las diferentes escuelas integradas en el enfoque sistémico y de terapia familiar, de las cuales hemos ido aprendiendo e interiorizando diferentes marcos teóricos, modelos de intervención, herramientas terapéuticas diversas; desde las ya muy conocidas “preguntas circulares”, “hipótesis sistémicas”, “connotaciones positivas” hasta las nada indiferentes “prescripciones del síntoma”, y muchas más. A la vez incursionamos en las diversas técnicas activas que nos permitieron conectar mucho más con la emoción de nuestros de pacientes/clientes y con nosotros mismos; y de las cuales hemos tenido grandes maestras y maestros que nos fueron guiando y confiando en nosotr@s para que hoy las podamos poner en práctica.
Asimismo, durante nuestro entrenamiento como terapeutas nos embarcamos en los Role – Play, sí esa técnica que en ocasiones nos consiguió posicionar entre las emociones de atracción y rechazo; y que en muchas ocasiones nos confrontó con “nuestras escenas más temidas”.
Y junto con estas vivencias cómo olvidar frases como “tenéis que conectar desde vuestras tripas”, o “lo que dices es desde la cabeza, habla desde aquí”; frases que te hacían consciente de esa resonancia emocional / empatía; o procesos de transferencia y contratransferencia, que se activan cuando 2 personas o más interactúan; y a las cuales tenemos que prestar mucha más atención desde nuestro rol como terapeutas.
Desde una vertiente más personal y quizás sin pretenderlo o al menos de forma consciente; esta experiencia formativa se convirtió en un viaje a nuestro interior, a nuestra entrañas, el mirar muestras experiencias vitales; el acogerlas, entenderlas, abrazarlas e integrarlas de una manera más consciente a la persona que somos en el “aquí y en el ahora”. Sin pretenderlo nos hemos reconciliado, dado lugar a emociones, sentimiento, eventos, situaciones vividas, personas significativas, nos hemos despedido con amor, y hemos conseguido poner nombres a nuestras vivencias; quizás sin pretenderlo también hemos sanado o empezado a hacerlo. Porque también un buen terapeuta ha tenido su pasado, sus más y sus menos, su historia personal; pero le ha dado lugar a todo lo que hubo y ha trascendido; y eso es lo que muchos de nosotros hemos hechos u empezado hacerlo.
En resumen, nuestra vivencia y entrenamiento en este máster se convirtió en una experiencia de crecimiento y desarrollo personal en todo regla; hace pocos días compartía con una querida amiga y compañera que me decía “entré a este máster sintiéndome una niña, con mis miedos, mis inseguridades, y salgo de él siendo casi la misma persona, con sus miedos sí, pero ya identificados y localizados, entendiéndome un poco más y de donde me viene todo esto…” Por ello palabras como “autoconocimiento”, “descubrimiento”, “entenderme”, “preguntarme”, “comprensión”, “conexión”, “resonancia, “crecimiento”, “perspectiva”, “entrega”, “profundización”, “empoderamiento” serán palabras que nos llevamos con nosotros y que asociamos a esta grata experiencia.
Asimismo, como dejar de señalar que, empezamos esta experiencia siendo cada uno y sus circunstancias; y a día de hoy hemos formado una familia con sus 19 miembros sin los cuales nada de esto hubiese sido posible. 19 personas que nos hemos ido acompañando, cuidando y ayudando durante todo este proceso, tanto a nivel personal como profesional.
Sabemos que el proceso de convertirse en terapeuta, es un camino de constante aprendizaje, evolución y profundización, que conlleva un alto grado de compromiso, responsabilidad y profesionalidad, tanto en nuestra praxis diaria y en la relación con el otro (ese otro, llámese cliente o paciente, sea una persona, pareja, familia o grupo). A la vez sabemos que este proceso de convertirse en terapeuta va de la mano de un continuo proceso de autoconocimiento y desarrollo personal que favorezca nuestro “buen hacer” y nuestra “buena ayuda”. Y esto ha sido, para muchos de nosotros, una toma de conciencia muy importante; y en otros casos una confirmación rotunda de la importancia de mirar hacia adentro, para ser más conscientes y ver desde donde estamos actuando e interviniendo; o que nos puede estar movilizando precisamente ese “otro” con el que establecemos una relación de ayuda.
Y para terminar, queremos agradecer a todos y cada uno de los docentes que compartieron sus conocimientos y experiencia profesional durante este periodo formativo; ya sea a través de vuestras clases magistrales, talleres, sesiones de prácticas, etc.; decirles que ha sido enriquecedor e inspirador, y deciros que muchos de vosotros nos habéis transmitido la pasión por la terapia, la psicoterapia y el buen hacer; deciros que nos marchamos muy motivados e ilusionados, con ganas de materializar todo lo aprendido, y de querer seguir profundizando y profesionalizándonos en este camino de la ayuda profesional orientada a mejorar el bienestar de las personas y por ende su calidad de vida.
Desde aquí agradecer enormemente a nuestras familias, padres, madres, hermanos, parejas, hijos y suegros; gracias por ese apoyo incondicional, en ocasiones también económico, gracias por seguir invirtiendo y confiando en nosotros, en nuestra formación, e incluso apostando por una enseñanza en el extranjero; gracias por ese apoyo emocional cuando este máster se nos hacía cuesta arriba o llegábamos a casa removidos; a nuestras parejas y/o hij@s por todos esos “hoy no puedo, tengo máster”; gracias por todas esas noches que llegamos a casa y nuestros peques ya estaban dormidos; gracias por todo ese apoyo logístico, ese organizarnos para llevarnos y traernos, o prestarnos vuestros coches para llegar a clase; gracias porque os quedasteis gustosos con vuestros nietos mientras marchábamos a estudiar. Por todo esto y mucho más, este título que hoy nos entregan va dedicado a vosotros, sentiros parte de él, porque también es vuestro.
Y sí, agradecernos a cada de un@ nosotr@s, a nuestra historia de vida, a nuestra capacidad de resiliencia, a nuestra creatividad y ganas de superación, porque gracias a todas ellas y a muchas más, hoy estamos aquí.
Y porque todo, todo, siempre nos lleva al origen y a lo vincular, hoy cada un@ de nosotr@s dice en voz alta:
“Papá, Mamá”, “Amor”, “Mundo”
¡YA SOY TERAPEUTA!
Muchas gracias.